Cuento de carnaval

Carnaval ya llegas... ¿Cómo te presentarás este año? Eres mi oportunidad para empezar de cero, tendré que jugar bien mis cartas. Como añoro a mis antiguos amigos, mi antiguo hogar. Desde que llegué todo se ha convertido en una pesadilla. Tengo miedo, mucho miedo.
Me pongo mi chubasquero. Está lloviendo ahí fuera, habrá que aprovechar la ocasión para salir de casa, no creo que con la lluvia estén esperándome. Bajo las escaleras y al llegar a la puerta echo un vistazo por la mirilla. No están. Salgo y abro mi paraguas, lo utilizo más para taparme la cara que para no mojarme. Ando lo más deprisa posible para hacer el camino corto y estar allí cuanto antes. Conseguido, llego a la tienda de disfraces sin ser visto, espero no encontrarme con nadie aquí.
Empiezo a dar vueltas por los pasillos con el fin de encontrar el disfraz apropiado. Uf que grande es, me llevará un buen rato. ¿Por dónde empiezo? Sección chicas, sección chicos. No entiendo por qué están separadas, ni por qué en la parte de chicos nunca hay rosa. A mí me gusta... Decido ir a la zona que dicen que es para niñas. Vestidos, faldas cortas, escotes exagerados... nada de pantalones ni ropa cómoda. Encuentro un buen disfraz, pero ¡cómo no!... es lila, se reirán de mí. Descartado, pasaré a la otra sección. Colores fuertes y mucho negro. Mejor, así pasaré desapercibido. Busco y busco, pero no encuentro ninguno que me guste demasiado. Tengo que decidirme ya o sino me encontraré con alguno de los del cole...
Voy de camino a casa, parece que ha parado de llover. Aún así sigo con el paraguas abierto, no vaya a ser que me vean. Al fin y al cabo no está tan mal mi disfraz de superhéroe, es colorido como a mí me gusta y lleva una máscara, genial para que no me reconozcan. Quién sabe, quizás así tenga la oportunidad de acercarme a hablar con ellos, no sabrán quién soy, les caeré genial y seré su nuevo amigo. ¿Qué estoy diciendo? Nunca me aceptarán... tengo que llegar a casa, es tarde, tendré que correr.
¡Plof! Caigo al suelo, parece ser que he chocado con alguien. Tanta prisa... ¡Mis gafas! No veo nada, tanteo por el suelo intentando encontrarlas. Espero que estén bien, serían las terceras que se me rompen este mes. No puedo llegar con ellas rotas a casa, de lo contrario mis padres sospecharán y sabrán lo que me hacen mis compañeros en el cole. No quiero que se preocupen y mucho menos que digan nada, todo iría a peor. Tengo miedo. Noto una mano sobre mi espalda. "¿Estás bien?". Una chica me tiende el brazo y me ayuda a levantarme. Me coloca mis gafas, intactas, salvadas de un gran golpe. Entonces es cuando veo mi disfraz nuevo en un charco. Se me viene el mundo abajo, ya no habrá oportunidad para cambiar las cosas. "Ven, te ayudaré con eso, va a quedar como nuevo". Ahí la miré, con mis ojos acuosos, sonreí y me dí cuenta de que ese sería el comienzo de una bonita amistad.
Ya no tengo miedo.

Fuente: Pixabay

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